
Distintas teorías
Hemos visto
lo que sucede antes, lo que sucede durante, y ahora ... no habrá un "¿qué
sucede después?". En el mundo de los vuelos después de bucear, el proyecto
“Flying bubbles”, de DAN, marca la división entre la teoría y la realidad.
Antes de
este proyecto, hubo variadas recomendaciones acerca de cuánto tiempo se debe
esperar después de una inmersión para poder volar, con el fin de evitar el
riesgo de problemas de descompresión causados por la despresurización de la
cabina. Sin embargo, todo eso se basaba sólo en la teoría: en el caso de DAN,
la duración del periodo de espera se estableció mediante el control de las
situaciones reales de la enfermedad por descompresión, mientras que en otros
casos, se basó en la suposición de que "hasta ahora no ha habido muchos
problemas, así que vamos a seguir haciendo lo que estamos haciendo".
Los que han
utilizado las viejas tablas de la Marina estadounidense probablemente tienen
vagos recuerdos de tener que pertenecer al Grupo "D",antes de volar.
En algunos casos, ¡incluso era posible volar de inmediato! Posteriormente, se
añadieron intervalos fijos (24 o 48 horas), dependiendo de si la última
inmersión era una sola o era repetitiva, y si se había efectuado dentro de la
curva o fuera de ella. Incluso entre los buceadores profesionales y los buzos
militares, los tiempos de espera antes de abordar un avión comercial varía
entre 2 y 24 horas.
En 1989, se
realizó el primer taller "Flying After Diving"; organizado por la
Undersea and Hyperbaric Medical Society. Las directrices previstas en el
taller, según DAN, no eran muy restrictivas y se llevaron a cabo para mejorar
la seguridad en el buceo. Sin embargo, muchos de los propietarios de los centros
de buceo protestaron, diciendo que dicha aplicación dañaría sus intereses
comerciales en las islas.

Sin embargo,
en muchas áreas de la medicina, los estudios de laboratorio han producido, y
pueden producir, resultados que difieren de los obtenidos en "el
campo". Además, algunos fenómenos no se pueden replicar en el laboratorio.
Puedes encontrar evidencias de esta discrepancia en un artículo publicado por
Alert Diver (Edición Europea, 3/2006) por el Dr. R. Vann: "Volar o subir a
gran altura después de un período de varios días realizando múltiples buceos,
no puede ser objeto de estudio en un laboratorio (cámara hiperbárica)."
En 2011,
cuando regresaban de un viaje de investigación en las Maldivas, el Dr. Danilo
Cialoni y Massimo Pieri, ambos integrantes de nuestro departamento de
investigación. (Laboratorio de Seguridad en el Buceo), tuvieron una fascinante
idea, que implicaría al departamento de Investigación de DAN Europe (en
particular, al Prof. Alessandro Marroni y al Prof. Costantino Balestra): un
proyecto de investigación que sonaba como un desafío ... obtener
eco-cardiografías directamente, durante un vuelo procedente de un crucero de
buceo.
EcoCardiograma
en vuelo
La
realización de tal desafío era difícil, casi imposible, sobre todo el superar
todos los trámites burocráticos. En este apartado, la ayuda de dos socios de DAN,
Albatros Top Boat y Neos Air, fueron fundamentales. Con el fin de obtener el
certificado EMI (Interferencia Electromagnética) necesario para utilizar el eco
durante el vuelo,los técnicos e investigadores de DAN Europe tuvieron que pasar
muchas horas, durante la noche, en el aeropuerto de Milán Malpensa. Al final,
el reto fue superado, y por primera vez, fuimos capaces de ver lo que realmente
sucede en el cuerpo de un buceador durante el vuelo.
En tan sólo
la primera semana de la investigación en las Maldivas, se registraron más de
4.000 archivos, los cuales, obviamente, fueron seguidos por un largo y preciso
análisis.
La
metodología de monitorización de los ecocardiogramas constó de cuatro fases de
control. La primera tuvo lugar durante el vuelo de salida, cuando el buceador
no había realizado ninguna inmersión en, por lo menos, 48 horas. Estas primeras
pruebas son útiles para tener datos que aún no han estado influidos por la
exposición hiperbárica, y determinar lo que en la jerga médica se conoce como la
"ventana ecocardiográfica." Se realizó el registro de la medición
precisa de la presión en cabina cada 15 minutos, utilizando un ordenador de
buceo “iDive Pro", fabricado por Dive System, miembro de DAN Europe y del
DSL.
En la
segunda fase, se efectuaron ecocardiografías y otras pruebas, después de cada
inmersión, durante el período de una semana, a bordo de un crucero de buceo.
Semanas de investigación específica se convirtieron en parte del ritmo regular
diario, a bordo de la hermosa nave "Duke of York”, un crucero de buceo que
no difiere mucho de un crucero normal de las Maldivas, excepto por la
existencia de una importante rutina científica: Cada vez que un buceador
regresaba a la superficie, él / ella debía ir al spa, que, para la
ocasión, se había transformado en una "sala de la investigación" y
centro de atención médica, dónde eran sometidos a diversas pruebas.
Los perfiles
de las inmersiones se comprobaban en el ordenador y descargados para las
siguientes pruebas. Todas las inmersiones se realizaron dentro de la curva de
seguridad, ascendiendo a la superfície a la velocidad correcta, y realizando
una parada de seguridad de 3 minutos a unos 5 metros de profundidad, que
siempre se respetó. Ninguno de los buceadores había sufrido nunca una
enfermedad por descompresión.
La tercera
fase de control se llevó a cabo en el aeropuerto, donde se realizaron
eco-cardíogramas a los buceadores, justo antes de embarcar en el avión, después
de una espera de 24 horas.
Y la fase
final, durante el vuelo de regreso, todos los buceadores fueron monitoreados
con el eco doppler cardíaco, a los 30, 60, y 90 minutos exactamente, después de
que el avión hubiese alcanzado su altitud de crucero.
Análisis de
los Datos
El proyecto
de investigación fue presentado en 2013 en las conferencias de la EUBS (European
Underwater and Baromedical Society), y recibió el premio Zetterström a la mejor presentación científica.

Otros datos
revelados por el estudio fueron inesperados. Por ejemplo, siempre se ha creído
que un vuelo de larga duración supone un riesgo mayor con respecto a un vuelo
de duración media; pues sucede que es exactamente lo contrario. Esto es más
probable debido a la altitud de la presurización de la aeronave, unos 1500-1800
metros sobre el nivel del mar para el viaje a las Maldivas, y unos 2400 metros
sobre el nivel del mar (el máximo permitido) para los viajes a destinos más
cercanos.
El examen de
los buceadores en el aeropuerto antes del viaje de vuelta, en el que no se
observaron burbujas, nos permitió estimar que un intervalo de 24 horas, cuando
se permanece a nivel del mar, supone un tiempo de espera suficiente para que no
puedan formarse burbujas.
Obviamente,
algunos buceadores desarrollan más burbujas que otros, incluso en aquellos con
perfiles de inmersión muy similares. Los exámenes durante la semana en el
crucero permitió dividir a los participantes en tres categorías: los que no
desarrollan burbujas, los que en ocasiones desarrollan burbujas, y los
buceadores "propensos a tener burbujas" que desarrollan las burbujas
después de cada inmersión. Para obtener una comparativa consistente, los
perfiles de inmersión deben tener poca influencia en la
"categorización" (es obvio que un perfil más agresivo puede mostrar
más burbujas que uno de suave).
El análisis
en vuelo reveló que la mayoría de los buceadores no desarrollaron burbujas
durante el vuelo de regreso, tras un intervalo de 24 horas después de la última
inmersión, pero los buceadores "propensos a tener burbujas" lo
hicieron. Por lo tanto, es recomendable que las personas que forman parte de
esta categoría deberían alargar aún más su tiempo de espera antes de volar.
Durante la semana, dos de los sujetos mostraron ser "súper propensos a desarrollar
burbujas", y se les aconsejó no hacer su última inmersión, por lo que su
tiempo de espera antes de volar fue de 36 horas. Es importante destacar que
ninguno de los buceadores desarrollaron burbujas durante el vuelo. Para
aquellos que desarrollan fácilmente burbujas, parece adecuado esperar más de 24
horas para volar. Alternativamente, el departamento de Investigación de DAN
sugiere la respiración de oxígeno normobárico como medida preventiva.
Los más
altos niveles de burbujas se observaron 30 minutos después de alcanzar la
altitud de crucero y, a continuación, fueron disminuyendo durante el período de
60 minutos a 90 minutos; básicamente, imitando el modo en que se regresa a
superficie después de una inmersión. Por otro lado, la despresurización actúa
como el regreso a la superficie y produce los mismos efectos. A medida que pasa
el tiempo a esa altura (presión de cabina), se desaturan los tejidos corporales
y las burbujas disminuyen. Hay otra posible explicación: los pequeñas burbujas
ya están presentes en la sangre, pero son tan pequeñas que no pueden ser
observadas con un ecocardiograma normal. La despresurización podría aumentar
sus dimensiones y hacerlas más visibles.
¿Qué futuros
resultados podría suponer este estudio para los buceadores? Según lo declarado
por el Prof. Alessandro Marroni, "Nos dirigimos directamente hacia un
futuro donde el componente individual puede influir en el modelo matemático,
poniendo mayor énfasis en la aplicación práctica de la investigación en
seguridad en el buceo. Hasta hoy, al estudiar la fisiologia del cuerpo humano
al bucear, hemos aplicado las matemáticas, con sus algoritmos presentes, pero
hoy estamos iniciando un nuevo y fascinante camino que ayudará a incorporar
parámetros fisiológicos sencillos a las matemáticas, haciendo que esos
algoritmos se adapten mejor a nuestro organismo. El futuro nos alcanza, y DAN
Europe ha decidido afrontarlo de la mejor manera posible, con la ayuda de los
buceadores; haciendo que tomen conciencia de los avances actuales y futuros".
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