El cetáceo recorrió la estación marítima local hasta quedar varado a
la altura del chorro, donde permaneció dos días.
Eran las 11 de la noche del martes cuando se la vio por primera vez en
el puerto de Quequén (Buenos Aires, Argentina).
No era la primera vez que una ballena se
acercaba a la desembocadura de este río. Lo más común es que eso suceda en
septiembre, cuando se dan los movimientos migratorios de estos mamíferos
gigantes.
En pleno febrero, puede resultar una extrañeza. Por esa razón, Miguel
Gentil, Nicolás Arriola y Jorge Barceló de Prefectura se quedaron a hacerle un
seguimiento para ver si volvía a meterse en el mar. No se movía.
La mañana del miércoles, Federico estaba trabajando como guardavidas a
6 km del puerto cuando la vio, desde la escollera. Se acercó por curiosidad,
pero enseguida se dio cuenta de que no era normal y le pidió al personal de
Prefectura que lo mantuvieran al tanto.
Horas después, recibió un llamado que lo confirmaba: había quedado
varada entre un barco y el muelle. Había que rescatarla.
El guardavidas se metió en el agua y salía a cada rato para escuchar
los mensajes de voz de la bióloga marina Gisela Giardino, que le iba dando
indicaciones de todo tipo. Que no hay que tirarle agua en el espiráculo
(orificio respiratorio) porque se ahoga, que hay que cuidarle mucho la aleta y
el ojo, y que es fundamental mantenerse alejado de la cola porque puede moverla
y lastimar a alguien.
Pero el tiempo es tirano. Cuanto más se retiraba el río, más encallada
quedaba, así que había que actuar rápido. “Al principio estaba asustada pero
cuando la empecé a tocar se calmaba. Le daba caricias y palmadas para mostrarle
que no estaba sola”, cuenta el guardavidas.
Coordinaron con un barco guardacostas de Prefectura para que pase
rápido y generase olas. Con ese movimiento, aprovechaban para empujarla.
“Éramos como 30 y no nos alcanzaba el espacio para apoyar todas las manos sobre
el cuerpo, así que nos empujábamos también entre nosotros para hacer más
fuerza”.
No cualquiera podía participar. Al existir un calado de 50 m de
profundidad, es una zona insegura. El agua les llegaba a la cintura y un paso
en falso, para quien no supiera nadar, podía ser fatal.
Federico le pidió ayuda a algunos alumnos de natación e hicieron un
scrum de rugby que, junto a la ola que generaron gracias al movimiento del
barco, finalmente la volvieron a meter al agua y volvió a nadar.
“Fue una algarabía”, dice el joven, y cuenta que la playa fue invadida
por aplausos y una gran emoción.
Lo que para muchos turistas pudo ser un atractivo y una invitación a
sacar fotos, al animal pudo costarle la vida.
La Dra. Giardino explicó que el animal no es capaz de
soportar su propio peso fuera del agua y que sus órganos pueden aplastarse
hasta matarla. Por suerte, salió ilesa. Se alejó y le perdieron el rastro; eso
significa que entró nuevamente a lo profundo del mar.
Giardino, perteneciente al laboratorio de
Mamíferos Marinos de la Universidad Nacional de Mar del Plata, explicó cómo supervisó las tareas de rescate a la distancia. “Me avisaron que apareció una ballena en el río y que no era como las de 'siempre'. El biólogo Luciano Valenzuela me envió las fotografías y tal como el suponía se trataba de una ballena jorobada, también conocida como ballena yubarta o ballena alada (por el gran tamaño de sus aletas pectorales) (Megaptera novaeangliae)”, precisó en diálogo con Clarín.
Mamíferos Marinos de la Universidad Nacional de Mar del Plata, explicó cómo supervisó las tareas de rescate a la distancia. “Me avisaron que apareció una ballena en el río y que no era como las de 'siempre'. El biólogo Luciano Valenzuela me envió las fotografías y tal como el suponía se trataba de una ballena jorobada, también conocida como ballena yubarta o ballena alada (por el gran tamaño de sus aletas pectorales) (Megaptera novaeangliae)”, precisó en diálogo con Clarín.
La especialista recibió un segundo contacto del guardavidas y profesor
de educación física Federico García Canales, quien “se comunicó conmigo
preocupado por el ejemplar que seguía dentro del río”. “Le sugerí que
mantuvieran la distancia y no se acerquen con kayaks ya que puede ser
peligroso, porque el animal sin querer podría tumbarlos”.
Y agrega: “A las 22:35 Federico me avisa que la ballena se varó a la
altura del club Náutico (cede de la desembocadura). Ahí gracias a la rapidez de
todos se pudo coordinar con Prefectura Naval Argentina, el Consorcio de Puerto
Quequén (Martin Bruno) los guardavidas, Martin Tripano, Gabriel López, Augusto
Fulton, Germías, Andrés Jaureguiberry (Surfider), los alumnos de natación de
Federico (equipo del club Huracán), Luciano Valenzuela gente en general y
telefónicamente con los expertos de la Fundación Mundo Marino, los biólogos
Sergio Morón y Sergio Rodríguez Heredia (Especialista en rescate de fauna
marina)”.
Tras un intenso trabajo, hubo un final feliz: “Luego 3 horas en el
agua, de noche, con el guardacostas ayudando haciendo ola, con 15 personas en
el agua empujando y luego de tres intentos fallidos pudieron finalmente liberar
la ballena, sacarla a flote y que salga nadando”.
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